Nuestra inclinación natural hacia la
impaciencia hace que sea difícil para nosotros comprender plenamente el
concepto de amor eterno de Dios. Jesús, el Dios-hombre se acercó y caminó en
esta tierra. Él entiende la crisis que enfrentamos. Él sabía todo lo que se encuentra. Mucho antes de que Dios
creó el tiempo. Era consciente de nuestras tentaciones, los enemigos, los fracasos, las pérdidas. Mientras
que en la tierra, Él soportó todas las tentaciones que jamás podamos enfrentar,
pero sin pecado. Él se compadece de nuestras debilidades. Es por eso que
podemos contar con su promesa de suministrar su gracia que nos ayude a hacer
frente (véase Hebreos 4:15-16).
El buen Dios lo que ha comenzado en nosotros algún día
se terminará.
Dios no se cansa ni se disgusta o renunciar a nosotros. Él
terminará la obra que ha comenzado, pero no lo es en soluciones rápidas. Su
amor ve la vista ampliada.
Él sabe que nos convertiremos a causa de
él. Él nos ha amado desde la eternidad pasada, y su amor durará para siempre.
Cuando veamos a Jesús cara a cara, por fin va a entender la plenitud de Su amor
por nosotros.
A pesar de nuestras faltas y nuestra necesidad de
aprender las mismas lecciones repetidas veces, el amor de Dios por nosotros
perdura lo suficiente para que él para completar lo que Él ha comenzado.
Guatemala Ministerio de Misiones
